jueves, 12 de enero de 2017

Mephiston, historia de un héroe sangriento



La historia de Mephiston es, sin duda, una de las más magníficas que pueden ser contadas desde época de la herejía. Es la historia de un marine espacial cuyos orígenes se han perdido.



Las primeras referencias a Mephiston se encuentran en las sagas e informes referentes a la segunda guerra de Armaggedon. Sin embargo, ahondando en la historia de los Ángeles Sangrientos, se descubre que antes de ser conocido como Mephiston, este ilustre Líder era una simple bibliotecario conocido como Calistarius. El hermano Calistarius era un veterano bibliotecario que sin embargo no destacaba sobre sus hermanos. Especializado en el uso de su armadura de exterminador, participó en ilustres asaltos a pecios espaciales, donde sí reclamó algo de gloria.

Sin embargo, no alcanzaría la fama hasta la segunda guerra de Armaggedon. La Rabia Negra, que no distingue entre sus víctimas, le reclamó. Incluido en las filas de la Compañía de la muerte, sufriendo las visiones de muerte de su primarca y cayendo poco a poco en el pozo de la locura, participó en el último y suicida asalto al edificio del Ecclesorium, en la ocupada colmena Hades.

La batalla terminó cuando el edificio de proporciones titánicas se derrumbó sobre orkos y marines por igual. Decenas de hermanos se perdieron en un solo momento, perdidos entre las toneladas de escombros a los que quedó reducido.

Sin embargo, Calistarius no pereció. Atrapado entre los pesados cascotes, su destino le aguardaba. La Rabia Negra asaltaría su cordura hasta que el héroe de la humanidad quedara convertido en un mero asesino sediento de sangre atrapado y consumido por la locura.

Pero donde todos antes que él habían caído, Calistarius prevaleció. Haciendo uso de una fuerza de voluntad que ni él sabía que poseía, fue capaz de rechazar la Rabia. Se dice que su condición de psíquico pudo ayudarle. Otras historias cuentan que esta proeza no fue en absoluto tal y que el hueco que dejó la rabia, fue ocupado por algo mucho peor.

En cualquier caso, tras siete días atrapado, de entre los escombros emergió el hermano Mephiston. Desarmado y con la armadura hecha añicos, fue capaz de atravesar el terreno infestado de orkos hasta las líneas imperiales, donde fue reincorporado al capítulo.

Lo que es seguro es que Calistarius nunca volvió de Armaggedon. Mephiston se convirtió en un hombre retraído que no pronunciaba ni una palabra innecesaria. Habituado a combatir junto a sus hermanos, pasó a luchar en solitario y a desatar su furia y sus poderes de forma controlada.

Pronto se convirtió en el bibliotecario Jefe del capítulo de los Ángeles Sangrientos. Mano derecha del Comandante Dante, era adorado y odiado por igual por sus hermanos. Inspirador en combate, una de las más poderosas armas del capítulo, era objetivo de la desconfianza de sus hermanos. Si ya de por si los psíquicos suelen ser repudiados, Mephiston además mantenía una actitud silenciosa y siniestra que no ayudaba.

Sin embargo, nadie podía dudar de su lealtad. Siempre en la primera línea, lideraba a sus hermanos allí donde más cruel y duro era el combate. En multitud de ocasiones fue pieza vital de las victorias del capítulo y protagonizó heroicidades sin parangón. Pero al contrario de lo que algunos pensaban, Mephiston no era inmortal. Un portento físico potenciado por un desarrollo anormal de su semilla genética y un poder psíquico como pocos han existido en la humanidad, no pudieron impedir que acabara cayendo.

En un mundo impío cuyo nombre ha sido borrado de los archivos imperiales, los Ángeles Sangrientos combatieron al archienemigo. Traidores y herejes que usando las oscuras fuerzas de la disformidad mancillaban el corazón del Imperio. En un asalto audaz y quirúrgico contra el centro de mando enemigo, un pequeño destacamento de Ángeles consiguió penetrar en las defensas enemigas. Decenas de marines espaciales traidores cayeron en el asalto encabezado por la encarnación de la furia sangrienta, pero en una cruel treta, un campeón enemigo, acorralado y con sus camaradas traidores cayendo a su alrededor, entregó su alma a solo el Emperador sabe que Dios Oscuro. En un abrir y cerrar de ojos, el alma del traidor fue consumida y su cuerpo fue poseído por un vil demonio.

Poco ha trascendido del combate, pues las dos decenas de veteranos de la primera compañía que acompañaron a Mephiston murieron. Las grabaciones de las comunicaciones internas del destacamento así como las imágenes que captaron las pictograbadoras de los cascos de los veteranos, fueron recuperadas y guardadas intactas para ser entregadas a Dante en persona.

Lo que es evidente es que Mephiston consiguió su objetivo. Sin conocer la razón, las fuerzas enemigas se descoordinaron. Los marines traidores abandonaron de golpe el planeta y dejaron a las fuerzas mortales a merced de los Ángeles Sangrientos. Cuando llegaron al cuartel general del enemigo, encontraron un paisaje de muerte y desolación. Una terrible batalla se había producido allí. El edificio estaba parcialmente derretido. Apestaba a disformidad. Ninguna de las semillas genéticas de los veteranos pudo ser recuperada por la contaminación disforme, si bien, sus cuerpos y equipo fueron recuperados y purificados.

En la zona más destruida del edificio, decenas de cadáveres traidores rodeaban una figura rojiza. A través de una grieta, la claridad del exterior la iluminaba como si de un foco se tratase. Al fondo de la sala, en la penumbra a escasos metros de Mephiston, su espada psíquica, una excepcional reliquia del capítulo, se encontraba clavada y partida en la pared por la que todavía goteaba esencia disforme.

Cuando sus hermanos se acercaron, descubrieron que Mephiston, arrodillado, permanecía inerte con la cabeza sobre el pecho. Achicharrado, con la armadura ennegrecida y resquebrajada por doquier, Mephiston yacía sobre un lago de sangre de superficie lisa e imperturbable, roja como la vida que se le escapaba por las grietas de la armadura.

Aquella visión fue descrita por sus hermanos como ultraterrena. Sin embargo, fue el propio Córbulo quien, tras llegar a la escena, rompió la paz de la imagen. Tumbó a Mephiston en el suelo y le practicó una transfusión de su propia sangre. La rápida actuación del Sumo Sacerdote Sangriento evitó la segura muerte del Bibliotecario Jefe.

Aunque poco podía hacerse por Mephiston. Fuera lo que fuera lo que había ocurrido en la tierra impía de ese planeta, no podría repararse en las instalaciones de la Barcaza de batalla. El propio Córbulo decretó exterminatus contra el planeta perdido irremediablemente y se emprendió el viaje de vuelta a Baal sin dilación.

Mephiston se debatía entre la vida y la muerte. Ni siquiera Córbulo era capaz de estabilizar su estado y parecía que su cuerpo luchaba contra la muerte más por costumbre que por lógica. Decidió introducirle en un campo de éxtasis y mantenerle así hasta su llegada a Baal donde poseían mejores instalaciones y medios.

El cuerpo de Mephiston fue escoltado hasta el apotecarión por la Guardia Sanguinaria encabezada por Dante. Con el gesto sombrío, Dante escuchó un primer informe de su estado de labios de Córbulo. Acto seguido, todos los sacerdotes sangrientos presentes en Baal se encerraron en el apotecarión con ilustre paciente.

Durante el tiempo que trabajaron en el cuerpo de Mephiston, Dante repasó los datos de la campaña y analizó con precisión hasta la última imagen y grabación del enfrentamiento entre Mephiston y el gran demonio.

Dante nunca reveló lo que vio y todos los datos relativos a los últimos momentos de Mephiston en aquel planeta fueron eliminados. Sin embargo, si se sabe que cuando Córbulo emergió por fin del apotecarión, no llevó consigo buenas noticias. El Sumo Sacerdote, visiblemente afectado, aconsejó ofrecerle la paz del Emperador al Bibliotecario Jefe. Dante, con gesto serio y severo, se negó.

- Hermano Córbulo, Mephiston debe sobrevivir.
- Nada puedo hacer por cumplir tu orden, Comandante. Su cuerpo y puede que también su mente están dañados más allá de nuestras capacidades de sanación. Ni siquiera tenemos claro cómo sigue corriendo la sangre por sus venas.
- Es Mephiston. Las reglas de la realidad no son siempre aplicables a él.- El tono de Señor del Capítulo era triste.
- Hay reglas físicas elementales que no creo que ni él pueda ignorar. - Su tono de voz bajó aún más. - Está destrozado. Ni siquiera ha recuperado la consciencia desde que le encontramos.
- Hermano, lo que ocurrió allí abajo... - Dante hizo una pausa. - Mucho depende de Mephiston. Necesito hablar con él.
- Devolverle la consciencia en su estado, suponiendo que pudiera conseguirlo, acabaría con él. Y no mencionaré el sufrimiento que padecerá. Puede que lo perdamos antes de conseguirlo. Puede que fallezca antes de intentarlo siquiera.
- No hay otra opción. - Córbulo meditó un momento.
- Puede que sí la haya. Aunque la desaconsejaría en cualquier otro caso.
- ¿Aumentaría sus posibilidades de sobrevivir?
- Le otorgaría alguna. Ahora no creo que tenga ninguna. No ha muerto aún por pura testarudez.
- Por pura fuerza de voluntad... ¿Hablamos del ataúd de adamantio? - dijo en un tono más grave si cabe.
- En efecto. Pero tiene muchos riesgos. No sabemos si sigue ahí dentro. Podríamos estar conectando un cadáver clínico al dreadnought. O puede despertar y haber acabado por sucumbir a la Rabia. - Dijo casi susurrando. - Nadie sabe si la superó, si la mantenía a raya o si simplemente convivía con ella. Además existe el problema de sus poderes. Los dreadnoughts bibliotecarios tienen la mayor tasa de rechazo. Apenas han conseguido adaptarse a la muerte en vida unas decenas de ellos. Hemos perdido varias reliquias y algunas vidas en los procesos fallidos. Y nunca han sido hermanos tan poderosos como Mephiston. Él mismo ayudó a contener el poder del último intento fallido...
- Conozco los riesgos. - Quedó pensativo un momento mientras se giraba para observar la superficie desértica del exterior del monasterio Fortaleza. - Es mi amigo. No quiero más sufrimiento para él. Ya ha padecido el suficiente para varias vidas. Tampoco quiero para él una muerte indecorosa en una laboratorio, ni hacerle pasar por el trauma de la Rabia... otra vez... - Se dio la vuelta y se encaró de nuevo a Córbulo. - Pero ha de hacerse. Que el Emperador me perdone si no resulta, pero no puedo dejarlo ir. Todavía puede servir al capítulo y necesitamos que lo haga. Inicia el proceso.

El quinto día tras la orden de Dante, Mephiston fue introducido en lo que sería su nuevo cuerpo, la máquina que lo mantendría con vida hasta que el Emperador lo reclamase. Debido a la importancia de la ocasión, a la Ceremonia del Primer Despertar no solo acudieron los tres señores de la forja, algo poco habitual, sino que también estaban presentes Córbulo y dos de los sacerdotes más veteranos, así como el propio Comandante Dante. Por supuesto, dado que el sujeto a resucitar era un psíquico, y no uno cualquiera, todos los bibliotecarios y epistolarios de Baal estaban presentes por si fuera necesario contener el potencial de un Mephiston aturdido, desorientado o incluso desquiciado.

Varios servidores rondaban por la sala haciendo solo el Emperador sabía que. Dante no perdía detalle de la ceremonia. Algunos de los servidores recitaban mantras binarios en honor al Omnissiah mientras otros acercaban piezas y maquinaria al Señor de la Forja Ramius, encargado de llevar a cabo la implantación del Bibliotecario Jefe en el sarcófago. Ramius manejaba herramientas y piezas de gran tamaño simultáneamente con los cuatro brazos mecánicos que salían de su servo arnés, a la vez que con los suyos propios. El taller estaba casi en penumbra y en silencio salvo por los ocasionales ruidos que se producían al encajar una nueva pieza en el sarcófago o al utilizar las herramientas y el constante mantra binario de los servidores.

Llegado el momento, el Señor de la Forja Ramius se apartó del sarcófago y mediante unas poleas hizo descender la tapa frontal de dreadnought. Se trataba de un frontal basto y sin filigrana, aún sin los colores del capítulo. Recién salido de la forja lo único que destacaba era la capucha psíquica que rodeaba una máscara imperturbable que sin color daba la impresión de pertenecer a un fantasma.

Tras los últimos ajustes, Ramius selló el sarcófago y se retiró a una consola. Desde allí, hizo un gesto a Dante.

- Estamos preparados.

- Gracias, hermano. - dirigió su mirada al único grupo de marines que no portaban el rojo sangre del capítulo en su armadura. Estos se desplegaron en semicírculo alrededor del sarcófago. Cinco figuras, dos de ellas enormes debido a su armadura de exterminador. Sus capuchas resplandeciendo en reacción al poder psíquico que comenzaron a desplegar como salvaguarda psíquica.

- Cuando desee, Comandante. - Dante hizo un nuevo asentimiento y Ramius comenzó a trabajar de nuevo en la consola. Nuevos fluidos fueron inyectados en los circuitos internos del dreadnought, pero esta vez para sacar a su ocupante del sueño inducido en el que había sido mantenido hasta ahora.

Durante unos segundos nada ocurrió. Dante guardaba silencio en la segunda fila junto a Córbulo. Ramius se acercó al sarcófago. Consultó los monitores que retransmitían datos ininteligibles para el Comandante. El Señor de la Forja parecía algo confuso. Se acercó a la voluminosa figura que yacía boca arriba.

- ¿Hermano?

Un estruendo psíquico atacó la mente de los presentes. La capucha psíquica del dreadnougth así como la de los bibliotecarios se iluminaron como supernovas. El chillido, agudo y punzante, taladró las mentes de tecnomarines, bibliotecarios, sacerdotes y del comandante por igual. Incluso Dante se tambaleó ante el impacto físico que supuso. Constante y abrumador el grito amenazaba con derretir la mente de los presentes. Los servidores cayeron al suelo, inertes, con las mentes destruidas y la sangre manando de cada orificio corporal.

Ramius perdió el control del servoarnés y los servobrazos comenzaron a moverse espasmódicamente. Consiguió desactivarlo y los brazos cayeron lánguidos a sus costados. Corrió a la consola de mando y pidió permiso con una mirada al Comandante.

- Aún no. - Dijo, con los dientes apretados.

- No - comenzó un Epistolario - podemos - pronunciar cada palabra le costaba un esfuerzo evidente - contenerlo...

Dante avanzó y se detuvo junto al sarcófago yacente.

- Hermano, ¡basta! - El insidioso chillido se intensificó. Un bibliotecario hincó una rodilla en el suelo. Cuando levantó la vista, Dante vio regueros de sangre brotar de sus oídos. Con una mirada en derredor comprobó que no era el único.

- ¡Comandante, hay que detener el proceso! - Córbulo estaba agarrado fuertemente a una baranda. Dante siguió mirando al dreadnought.

- ¡Mephiston! - Apoyó las manos en el sarcófago, parte por la desesperación parte por la necesidad física de mantenerse de pie. - Bibliotecario Jefe, detén esta locura!

- ¡Comandante! - Ramius estaba haciendo serios esfuerzos por mantenerse erguido junto a la consola. Otro bibliotecario se derrumbó sobre el suelo. Los sacerdotes luchaban por mantenerse cuerdos mientras intentaban ayudarles. Dante sintió como la potencia del grito aumentaba, notó como se le desgarraba algo por dentro, como sus defensas psíquicas pasivas se derrumbaban.

- ¡Calistariuuuuus! - El nombre salió de entre sus dientes mostrando la agonía que sufría. Y en ese momento, justo cuando Ramius había alzado el brazo para detener el proceso y destruir al que una vez fuera su hermano, la tormenta que atenazaba sus mentes desapareció como si nunca hubiera estado allí.
Los tres bibliotecarios que permanecían de pie se derrumbaron al unísono. Córbulo se acercó a la figura dorada de su comandante que se encontraba jadeando apoyada en el sarcófago. Pero esta rechazó con un gesto de la mano su ayuda. Dante volvió a hablar.

- ¿Calistarius? - como respuesta, un sonido ronco, como el de un motor muy viejo que lucha desesperadamente por arrancar salió de la mole de adamatium. El sonido no era mecánico, sino que salía de los altoparlantes del dreadnought. Como el carraspeo de un dios de metal, el dreadnought habló.

- Calistarius... murió... en Armaggedon.

- Mephiston. - La voz de Dante denotaba alivio. A pesar del dolor que todavía atenazaba su cabeza, esbozó media sonrisa.

- Mephiston? Mephiston también ha... muerto. - El rostro del comandante se estremeció. - Pero no os aflijáis, pues como él renació tras la muerte de Calistarius, yo renazco tras su muerte. - Ramius se acercó al dreadnought .

- Hermano, tardarás un tiempo en habituarte a tu nuevo estado. Sufriste severos daños en combate pero se te concedió el honor de seguir sirviendo al capítulo.

- En combate... - La voz artificial no transmitía tono ninguno. - Percibo todo... como lejano. ¿He sido enterrado en vida?

- Volverás a combatir, hermano. Desde el interior de un dreadnought. Ahora dime, ¿qué es lo último que recuerdas? - Dante se irguió y tomó la palabra.

- Lo siento, Señor de la Forja. Pero necesito hablar a solas con nuestro hermano. - Ramius puso gesto de extrañeza.

- Señor, quedan ciertas pruebas que hacer. Ciertos rituales que llevar a cabo para que la transición sea completa y para asegurarnos del...

- Lo comprendo, Hermano. Pero es importante. - El tono de Dante no admitía discusión. Córbulo le observaba desde el suelo donde estaba atendiendo a uno de los bibliotecarios.

- A sus órdenes, Comandante. - Ramius se retiró. Con él, salieron de la sala todos los presentes, portando a sus compañeros heridos pero con vida de camino al apotecarión.

Cuando la sala se hubo sellado, se volvió hacia Mephiston. Su mirada era triste mientras recorría con la mirada el ataúd que sería para siempre el cuerpo de su amigo.

- Hermano... ¿Qué sientes? - De nuevo la voz traqueteante y mecánica salió del voluminoso bloque de adamantio.

- Dolor. Dolor es lo único que siento. Dolor es lo último que recuerdo. Un dolor agónico y omnipresente que nubla mi mente.

- Lo siento, amigo. Lo siento de verdad. No sabíamos qué otra cosa hacer. Pero necesito que me cuentes que pasó en... Necesito que me cuentes qué es lo último que recuerdas.

- Dolor... Un dolor que teñía mis pensamientos de rojo, de rojo sangre.

- ¿Podrías ser más preciso?

- No encuentro las palabras... Mis recuerdos son confusos. Recuerdo como Mephiston... yo... asaltamos el centro de mando de los traidores. - Luego permaneció en silencio.

- Continúa, por favor.

- Todo es confuso. Creo que todo iba bien. Las bombas de fusión tumbaron las puertas blindadas. Entramos. Hubo resistencia. Algunos hermanos cayeron. Había mutantes. Traidores, herejes, mutantes asquerosos. Apestaban a disformidad. Los arrollamos. - Volvió a quedar en silencio.

- ¿Qué ocurrió después?

- No estoy seguro. Los recuerdos de Mephiston... mis recuerdos no son claros. Sentimos algo. Una presencia. Había algo allí... Algo más que traidores y mutantes... Estaban acorralados. Solo quedaban un puñado... - El sarcófago bramó un indescifrable grito.- No puedo recordar, el dolor... Después solo hay dolor. - Dante guardó silencio durante un momento. - ¿Qué ocurrió? ¿Quién me ha condenado a esta agonía?

- No lo sé. Esperaba que tú me lo dijeras.

- Hermano comandante. No necesito de mis poderes para saber cuando no me dices todo lo que sabes. - Dante esbozo una sonrisa.

- No es fácil de decir. Nadie salió del bunker con vida. Tú apenas lo conseguiste. Sin embargo, he repasado personalmente todos los datos que captaron las servoarmaduras de nuestros hermanos de la primera compañía. De la tuya nada pudimos obtener ya que estaba destrozada...

- Era una buena armadura...

- Lo era. Las comunicaciones están incompletas. Las grabaciones acústicas de las servoarmaduras, de todas ellas, se cortan en el mismo momento. Justo cuando estabais a punto de tomar el centro de mando. Las armaduras registraron una bajada de las temperaturas de 50 grados, los sensores ambientales recogieron un pico de azufre y benceno en la atmósfera... El pictograbador del casco del sargento Corelo se mantuvo grabando incluso tras la muerte certificada de este. En 3 minutos, los catorce supervivientes del asalto fallecieron. Las imágenes tienen un mal ángulo, pero a pesar de la oscuridad, se te ve luchando. Apenas se ve al enemigo, pero es voluminoso y veloz. Estuviste luchando contra él durante 4 minutos más. 4 minutos desde la muerte del último Ángel Sangriento de esa sala. Siempre has sido el más fuerte de nosotros.

- Y aun así me derrotó.

- No lo creo.

- Estoy encerrado en un ataúd, me derrotó.

- No sé qué ocurrió porque queda fuera del enfoque del pictograbador, Mephiston. Pero se ven luces estrambóticas, explosiones psíquicas... el edificio por poco se derrumba... Pero de repente todo queda en calma. Unos segundos después apareces de nuevo, ensangrentado, cojeando... Por el Emperador que es una visión descorazonadora ver a un héroe del Imperio como tú en ese estado. Las fuerzas te flaquean cuando buscas la luz que penetra en la sala desde una grieta. Te derrumbas de rodillas, sangrando por cada grieta de tu armadura. Y entonces, hermano, creo leer algo en tus labios. Pensé que podría ser una plegaria, pero... ¿Recuerdas algo de esto?

- Solo encuentro dolor cuando trato de recordar el combate que me narras. Un dolor que jamás pensé que pudiera experimentarse... Pero ¿qué es lo que te preocupa? Parece que al fin y al cabo, vencimos en aquel maldito planeta.

- Vencimos, sí. Pero los traidores huyeron. Córbulo decretó Exterminatus al comprobar la corrupción a la que había sucumbido ese mundo... Lo que me preocupa, hermano, son tus últimas palabras. He revisado mil veces la grabación. Lo he hecho a solas. Cada vez que lo veo tengo menos dudas de lo que leo en tus labios.

- ¿Que palabra puede turbar la paz del Señor de los Ángles Sangrientos?

- No es una simple palabra, es un nombre: - Pronuncio el nombre con asco y bajando el tono de voz como si su sola mención tuviera algo de poder. - Ka’Bandha.

3 comentarios:

  1. Buenas! Este transfondo es real? De donde lo has sacado? Me apena que Tito Mephis haya acabado en un dread...

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  2. No! El relato no es oficial, ni lo que ocurre en él. Hay parte de trasfondo oficial, como el origen de Mephiston, claro, pero luego todo es cosecha propia.

    Un saludo.

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