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miércoles, 2 de noviembre de 2016

El enemigo interior - Parte II



7.829.897.M41 –Demiburgo

El amo Augusto se ha presentado en las cámaras del Administratum vestido todo de negro, como es costumbre en él, resaltando solo en su pecho, sobre el corazón, una gran I escarlata, símbolo de la Santa Inquisición, de la que forma parte.
Sus pasos tranquilos recorren los pasillos grises de techo bajo y rococemento, resonando en los archivos de hace miles de años los golpes del tacón de hierro que llevan sus botas negras.
Lleva en su mano derecha el sombrero, y en la izquierda lleva el rosarius, como siempre, mientras recita sagradas letanías. Bendito sea el amo Augusto, bendito y pío.
Al final del pasillo encuentra una puerta donde aparece en alto gótico lo que habrá de ser un cargo administrativo. El amo Augusto se para al llegar frente a la puerta, deja de recitar y, tras dar unos toques con los nudillos, pronuncia:
‒Abre la puerta a la Inquisición.

viernes, 7 de octubre de 2016

El enemigo interior - Parte I


Cualquiera podría pensar que es un hombre cualquiera, un hombre de bien. Cualquiera podría pensar que es tan solo un engranaje más del Imperio, un fiel siervo del Trono.

Solo la atenta mirada de un inquisidor permite vislumbrar en esos ojos el destello del Caos rugiendo en el fondo de su alma impura. Y ver que los besos que da a su mujer, y a su hijo, no son más que el reflejo de un alma torturada en las tormentas de la Disformidad.

Solo el Emperador puede saber qué oculta el traidor, qué oculta esa mente corrupta, qué le empuja a levantarse cada día e ir a trabajar al Administratum. Aún no es poderoso, pero se dice de él que es un joven inteligente y curioso: lo que no es sino un signo más de su herejía. Aún lleva togas de un gris oscuro, pero ya se alza en un cargo muy superior al que le legó su padre. No parece buscar el poder, pero lo encuentra; no parece buscar el control, pero lo halla. Se encuentra tocado por algún dios oscuro, sin duda, aun incluso si él no lo sabe…